Lo único que se mueve es la
tortuga, la odio. Dicen que retrasan los progresos.
Si me parece o me compadezco, le
tiro un gajo de pera por la ventana que es lo único que hay para comer.
No me animo a dejarla morir. No
me atrevería a cargar con esa culpa.
Ayer le tiré agua para que no se
deshidratara.
Me enoja que me de lástima y
encima quiere entrar a la cocina y me niego a agarrarla, pequeño dinosuario.
El otro día hice unas compuertas
para que no entre con varillas de madera, y sin problema, se montó sobre ellas
y las abrió como Moisés el mar rojo.
¡Imaginate mi grito!
El plan B fue bloquearle el paso
con una silla. Funcionó, ya que se ofuscó y se fue!
Por supuesto, reforcé la
compuerta.
¿Por qué carajo decide pasar
cerca de mis pies o de mi reposera cada vez que pega la vuelta al jardín?
¿Querrá ser mi amiga?
Manuelita... ¿no tendrás unas
millas para mandarla a París?
Ati Irazusta
La casa de mis viejos, enero de 2010
La casa de mis viejos, enero de 2010
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