Porque ellos, no son segundos que se vuelan, se van y ya. Ellos, a veces se presentan y se toman el trabajo de venir cargaditos. Llenos de alguna emoción que los hace durar. Y así permanecen en el cuerpo y en el alma.
Ahora, si empiezo a contar los
tipos de segundos que pueden visitarnos, tal vez me quedaría escribiendo hasta
la madrugada. Me voy a limitar entonces, a escribir sobre los que me vienen a
la mente ahora, que creo probablemente sean los que me visitan con mayor
periodicidad.
Segundos, ufff. Los hay de risa,
los hay de sorpresa. Segundos de foco, segundos de espera.
Segundos de impaciencia, de
furia, de sueño. Segundos de llanto, segundos de mierda. Segundos de cuelgue,
segundos de ideas. Hay de deleite, hay de locura, de gritos, de susto, de
asombro o bravura. Segundos de gozo, segundos de amor. También de rechazo,
nostalgia y dolor. Muchos. ¿Cuántos más? Podría escribir y escribir, pero no
da. Con estos ya está… si hay alguno que me falte, que me venga a buscar. Ahí
va… no?
Al final de cuentas, de eso se
trata, me parece. De ir por la vida caminando y rescatando los segundos que nos
gustan y así, sostener, existir, llenar, dar sentido.
No estoy muy segura por qué, pero
quiero compartir de todos ellos, solamente, los pequeños y alegres segundos
cotidianos que más me gustan a mí, los que me hacen sonreír:
Encontrar milanesas en el
freezer.
Volver a casa del trabajo y ver
que hice la cama a la mañana.
Comer papas fritas en la cola de
Mc Donald’s.
Que un auto frene para dejarte
cruzar.
Un abrazo.
Estacionar en una sola maniobra.
Ir a un cumpleaños y que haya
sandwichitos de miga.
Que el Bondi me deje más cerca de
mi esquina.
Despertarme y darme cuenta que me
quedan dos horas más de sueño.
Tirarme al agua.
Encontrar dos puchos cuando pensé
que me quedaba uno.
Escuchar el ruido del giro de la
tapita de una coca.
Decir buenos días.
Ver a un hombre lindo caminando
por la calle.
Inventar un pasito de baile.
Un piropo, un mate.
Ir al supermercado que justo ese
día tiene descuento.
Recibir un mensaje.
Que llueva y mi auto se enjuague.
Tararear una canción que escuché.
El olor al pasto recién cortado.
Tener monedas.
Que me sonrían.
Mirar como se mueven las nubes.
El primer sorbo de una cerveza
fría.
El llamado de una amiga.
Cuando se levanta vientito.
Usar un escarbadientes, en fin,
no termino nunca.
Ahí está. Hay que darse cuenta.
¡Qué bueno todo lo que nos rodea! Esa es la clave.
Ati Irazusta
Domingo 12 de diciembre
de 2010
No hay comentarios:
Publicar un comentario