A decir verdad, me he resistido
rotúndamente a retener mi capital circulante en una tablita de plástico, por lo
tanto, aún me negué a cargarle crédito a mi reluciente tarjeta SUBE, que por
ahora ocupa su testarudo lugar en el espacio de mi billetera.
Razón por la cual me dirigí a la
boletería y solicité mi boleto con la incómoda sensación de que estaba hablando
sola, ya que la ventanilla es de vidrio espejado. Totalmente hablando sola
estaba. Ni me respondieron al saludo ni tampoco una mano arrastró mis monedas
hacia adentro. Muy bien, sin respuesta, decidí llamar al cajero fantasma
golpeando sobre el nuboso vidrio. Nada. Brillaba por su ausencia.
Plan B. Me dí vuelta hacia la
máquina y muy ignorantemente intenté insertar los mugrientos y devaluados ochenta
centavos. Monedas que jamás entrarían en la ranura de la castrada caja
expendedora simplemente porque la Presidencia de escarapela blanca, celeste y
amarilla, decidió promover una única, tecnológica, práctica y maldita tarjeta,
aboliendo así la posibilidad a los eventualmente peatones de querer frecuentar
los transportes públicos.
Ante la segunda negativa para
conseguir mi pasaje, me dirigí a un oficial de policía que me observaba y
maléficamente en su aburrimiento, disfrutaba de toda mi frustración. Lo encaré
directamente con la incógnita a resolver. El atrevido esperó a que terminara de
formular mi pregunta, para decirme con voz de maestra ciruela y cara de
ventajita ventajita chiva calenchu: "Buenas tardes". Ah listo, ya
entendí. Me estaba enseñando a ser amable y educada. Con una paciente sonrisa,
lo saludé y le reformulé el inconveniente. Me respondió que fuera a la
ventanilla a comprar el boleto porque allí me lo venderían.
A esta altura, mi mente perversa
insistía en que mi plan Z (colarme) hubiera sido más efectivo. Pero como los
trenes se demoran habitualmente, teníamos tiempo para la perorata de probar
opciones y aprender buenos modales. Me lo vendieron nomás, ya que
milagrosamente luego de las palabras del polizón, aparecía el boletero.
Con mi agotamiento y boleto en
mano, caminé hacia el andén y miré hacia ambos lados. Observé gente
conversando, gente seria, gente impaciente ante la fastidiosa e incierta
espera, gente fumando, gente sentada, gente apoyada en la pared. Gente
sumergida en las ocurrencias de los locutores de radio o en la alegría de su
música. Gente caminando en idas y venidas de cinco pasos, suspiros, gente que
busca miradas cómplices para esbozar sus quejas. Gente contenta, gente cansada,
gente que viene, gente que va. Gente en tránsito.
Frente al común y corriente
panorama de andén, elegí decididamente caminar hacia la pared del lado derecho
de la escalerita. Me apoyé sobre ella y deslicé mi espalda hasta apenas el
suelo.
Cuando descansaba la pesada
jornada en cuclillas, con sutil gentileza, un reverendo mocoso insolente, me
preguntó: "Señora, se quiere sentar?"
Cualquiera la sugerencia. Qué se
piensa este pibe... que es tan educado que anda capturando viejos por ahí para
dejarlos sentar?
Pero qué impertinencia semejante
la suya, si será de Dios.
Si realmente se estaba muriendo
de ganas de estar parado, porque es taaaaaan joven que no le duelen ni la
espalda ni la cintura ni las rodillas y le sobra taaaaanta energía... por qué
no se hace maratonista o va ofreciéndole a la gente un masaje o un vaso de agua
para refrescarse?
Qué se piensa este pibe? Por qué
demonios no se para directamente y los peatones que lo merodean se sortean su
lugar entre miradas, gestos y ofrecimientos? No era mejor acaso que se
arreglarán entre los otros?
Será posible que un infante de
dieciocho-veinte años tenga el tupé de aceptar que SOY UNA SEÑORA y encima
tenga la audacia de insolentarse para realizarme LA PREGUNTA ?
Ok. El niño acepta antes de que
YO misma resuelva el complejo de Peter Pan, antes de que yo acepte que soy
grande, antes de que yo lo encarne, lo rumié y me conecte con esa parte de mi
ser que claramente es tan evidente que está siendo publicada gratuitamente y a
mansalva por mi jeta.
Esa parte que parece ser
tooooooodos ven menos yo. En qué momento me transformé en una señora que
necesita que le ofrezcan el asiento?
Si bien comprendo que estoy a
unos añitos nomás de duplicar a ese niño en edad, no estoy muy convencida de
que esta pregunta CLICHEADA aplique para mí. No me parece.
Interrogante que tantas veces
formulé escogiendo con intrepidez a señoras mayores, mejor dicho, viejas
decrépitas llenas de ojeras bolsosas y hundidas grietas por el resto de sus
rostros de zebra arrugada y cuello de tortuga.
Ancianas feas, malas, chusmas,
quejosas, llenas de bolsas y bolsos, relinches, gruñidos, suspiros y ganas de
empujarte o mirarte penetrantemente, sin sentir culpa por ello, para que les
cedas TU lugar.
Al fin y al cabo, esperaron toda
la vida para transformarse en la embroncante SEÑORA QUE SE QUIERE SENTAR.
Yo no lo esperé al cumplido. A mí
me sorprendieron y defensivamente antes de darme la posibilidad de pensar en
todas estas cosas que estoy escribiendo, respondí NO GRACIAS.
Aún no me siento habilitada.
Aunque el espejo del ascensor me marque dulces arruguitas debajo de los ojos y
que cada dos días luche por arrancarme un cabello blanco que parece un cable de
teléfono. Todavía no.
Toda esta situación me enojó
mucho y me dejó pensando otro tanto.
Pienso importante tomar el
cumplido de este pequeño saltamontes que, por ser joven y cortés, no sólo me
ofendió sino que también llegó a movilizar a la más quieta y dormida
profundidad de mi alma. Entonces me puse en movimiento.
Si los años me van a hacer
inevitablemente más vieja, que al menos no me agarren sola, triste y borracha.
De mí depende que así no sea.
Esa tarde cuando llegué a mi
casa, puse a todo volumen un disco de los Ramones y sentí los golpes de su
punkrock despidiendo mi interminable adolescencia senil.
Ati Irazusta
Aceitando deseos y
configuraciones, 16 de junio de 2012
Enorme anecdota senora! la felicito!
ResponderEliminarDespues de leer la frase "la bruja de mi compañera de trabajo..."no pude seguir leyendo. Mis ojos se nublaron ante tamaña injusticia!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarPodrías haber dicho, la despistada, colgada, aparata pero siempre bien intencionada amiga que siempre que necesito me lleva, no????.
Bueno, dicho esto, la anecdota esta buena.
Muy divertido Ati, lo vivi como si hubiera estado.
ResponderEliminarjaja! Bruja anónima!!!!
ResponderEliminar