Cien años

Hace unos días vengo pensando que el lunes 23 de agosto hubiera sido el cumpleaños del abuelo Alfredo. Hasta lo escribí en mi calendario. Incluso hoy a la mañana me acordé de mi querido "Alberto", como le decía yo.

Pero hoy, cuando la maestra de segundo, escribió la fecha en el pizarrón: 23-8-10; me di cuenta de que no hubiera sido un cumpleaños cualquiera. Hubiera cumplido 100 años, sí ¡CIEN!

Entonces se lo comenté a una compañera de trabajo y se me llenaron los ojos de lágrimas. ¡Cuánto lo queríamos! ¡Qué presencia! No era lo mismo si estaba o si no estaba. ¡Cuánto se hizo querer! Nosotros, los suyos, los nuestros. Todos lo querían.

De pura casualidad, ayer, mientras limpiaba la cocina, escuché el CD que grabó Silvia cuando estaba internado en terapia. Esa música que lo reavivó... "A mi manera"; "Por una cabeza"; "Corrientes 348"; "El día que me quieras"; y tantas otras. ¿Cómo no asociar la Marcha de San Lorenzo, que cantamos la semana pasada en el acto a San Martín, con aquel día que casi nos echan de la sala de terapia porque el hombre que estaba en la cama se negaba a no sentirse vivo y nos hacía cantar con sus apretones de manos?

¡Cuántos recuerdos! Los veranos en la playa cuando se metía a nadar mar adentro. Los pancitos y el fiambre de Oforno, cierro los ojos ahora y sigo sintiendo ese olorcito. Los asados en la galería de afuera que ponía bananas en la parrilla. Cuando andaba en bicicleta o venían sus amigos y nos presentaba con orgullo: "Estas son las de Joshe" y los viejos te saludaban y apretaban los cachetes. Los cumpleaños en Bernardo de Irigoyen que podíamos hacer y agarrar lo que queríamos. Las visitas a los actos de nuestro colegio, el día de la familia, los concerts. Una lista incontable.

Y de grandes, escuchando sus anécdotas cuando traía fotos, hablando de fútbol, aconsejando sobre algún novio, un libro vivo y abierto de nuestra historia.

¡Qué ejemplo! Laburante, divertido, enérgico, atento, consejero, predispuesto, compañero, atento a todos, fiel, hincha de Racing, radical desde la década del '20, buen amigo, y sobretodo buen tipo.

¡Qué bueno que vivió tantos años, que estuvo entre nosotros tan cerca y tan presente! Casi un prócer. No estará en un billete impreso por la Casa de la Moneda, pero seguro que no lo vamos a olvidar nunca, al menos nosotros, los que lo conocimos con el corazón. Ahí sí que dejó su impronta.

Con mucho cariño lo recuerdo y lo escribo, y vuelvo a ser al menos por un ratito “Antonia” como me decía él o Ati Irazusta como me conocen los demás. 


Buenos Aires querido, 23 de agosto de 2010


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