De vez en cuando la vida

En la vida pasan muchas cosas y nos pasan muchas cosas también. Y claro, si está llena de segundos la vida. Sesenta de ellos hay en un minuto, es mucho, es poco, no lo sé todavía. Al fin y al cabo todo lo que nos mueve y nos va pasando dura eso, segundos…uno, dos, tres.


Porque ellos, no son segundos que se vuelan, se van y ya. Ellos, a veces se presentan y se toman el trabajo de venir cargaditos. Llenos de alguna emoción que los hace durar. Y así permanecen en el cuerpo y en el alma.

Ahora, si empiezo a contar los tipos de segundos que pueden visitarnos, tal vez me quedaría escribiendo hasta la madrugada. Me voy a limitar entonces, a escribir sobre los que me vienen a la mente ahora, que creo probablemente sean los que me visitan con mayor periodicidad.

Segundos, ufff. Los hay de risa, los hay de sorpresa. Segundos de foco, segundos de espera.

Segundos de impaciencia, de furia, de sueño. Segundos de llanto, segundos de mierda. Segundos de cuelgue, segundos de ideas. Hay de deleite, hay de locura, de gritos, de susto, de asombro o bravura. Segundos de gozo, segundos de amor. También de rechazo, nostalgia y dolor. Muchos. ¿Cuántos más? Podría escribir y escribir, pero no da. Con estos ya está… si hay alguno que me falte, que me venga a buscar. Ahí va… no?

Al final de cuentas, de eso se trata, me parece. De ir por la vida caminando y rescatando los segundos que nos gustan y así, sostener, existir, llenar, dar sentido.

No estoy muy segura por qué, pero quiero compartir de todos ellos, solamente, los pequeños y alegres segundos cotidianos que más me gustan a mí, los que me hacen sonreír:

Encontrar milanesas en el freezer.
Volver a casa del trabajo y ver que hice la cama a la mañana.
Comer papas fritas en la cola de Mc Donald’s.
Que un auto frene para dejarte cruzar.
Un abrazo.
Estacionar en una sola maniobra.
Ir a un cumpleaños y que haya sandwichitos de miga.
Que el Bondi me deje más cerca de mi esquina.
Despertarme y darme cuenta que me quedan dos horas más de sueño.
Tirarme al agua.
Encontrar dos puchos cuando pensé que me quedaba uno.
Escuchar el ruido del giro de la tapita de una coca.
Decir buenos días.
Ver a un hombre lindo caminando por la calle.
Inventar un pasito de baile.
Un piropo, un mate.
Ir al supermercado que justo ese día tiene descuento.
Recibir un mensaje.
Que llueva y mi auto se enjuague.
Tararear una canción que escuché.
El olor al pasto recién cortado.
Tener monedas.
Que me sonrían.
Mirar como se mueven las nubes.
El primer sorbo de una cerveza fría.
El llamado de una amiga.
Cuando se levanta vientito.
Usar un escarbadientes, en fin, no termino nunca.

Ahí está. Hay que darse cuenta. ¡Qué bueno todo lo que nos rodea! Esa es la clave.

Ati Irazusta
Domingo 12 de diciembre de 2010

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